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Jóvenes Venezolanos criados bajo el chavismo hoy protestan en su contra

Reading Time: 4 minutesLlamados la “Generacion de Oro”, comprenden casi la mitad de los muertos en manifestaciones contra el gobierno.
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Carlos Diaz CC by 2.0

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Lorena recuerda su primera impresión de Hugo Chávez. Era el hombre del afiche que su padre, luego de votar, traía del centro de votación.

“Me explicó que era el presidente y que estaba en una reelección,” cuenta Lorena. “Tenía yo seis o siete años. Me dijo que un presidente es quien se encarga de cuidar a los ciudadanos.”

Ella es estudiante universitaria y es parte de lo que Chávez llamó la Generación de Oro, la juventud venezolana nacida después de su llegada al poder en 1998. Creciendo en un país rebosante de petrodólares y de las promesas de la Revolución Bolivariana, para ellos el chavismo ha marcado su mentalidad política, su identidad nacional y hasta su visión del mundo.

Ahora, ellos forman casi un tercio de la población —alrededor del 28% según datos del censo del 2011— y llegan a la adultez mientras que su país enfrenta la peor crisis que se pueda recordar. La fiscal general Luisa Ortega reportó que hubo 21.752 homicidios en 2016, al mismo tiempo que, según cifras del FMI, la inflación llegó a 550% y la economía se contrajo un 18%.  Bajo todos los pronósticos, el 2017 promete ser mucho peor.

Muchos de estos jóvenes se encuentran ahora en las calles, peleando contra el único sistema de gobierno que han conocido. Mientras el gobierno reacciona con mayor violencia contra los manifestantes, muchos de ellos pueden contarse entre los heridos y fallecidos. Según cifras del gobierno venezolano a través del Ministerio Público, para el 18 de mayo se estimaba un saldo de 43 muertes luego de casi 50 días de protesta. De estos, la mitad tenía menos de 20 años.

Entre los caídos está Armando Cañizales, un músico y futuro estudiante de medicina de 17 años quien murió al ser alcanzado por un proyectil mientras protestaba en Caracas. Causando indignación entre el oficialismo y la oposición, el caso de Cañizales se ha vuelto trágicamente emblemático, pero difícilmente es el único.

Lorena, a pesar de estar contra de la violencia que pueden degenerar las demostraciones, considera que protestar es una obligación.

“Al principio sentí miedo,” dijo ella. “Pero al llegar y estar rodeada de tantas personas que están de acuerdo conmigo en buscar un país mejor me sentí tan cómoda. Es una sensación indescriptible. Quizá no los conozcas, pero son tu familia y todos estamos ahí para buscar un bien común.”

Para muchos como Lorena la vida bajo el chavismo ha sido una de privaciones, incluyendo los placeres más simples de la vida.

“Nos robaron la juventud,” dice ella. “Escucho a mis padres que salían a discotecas en la noche, mi papá contando que salía con su hermano en la madrugada y se quedaban durmiendo en una plaza hasta la mañana. Ahora no. Ahora salimos a casa del amigo.”

Ángela, compañera de clase, amiga y contemporánea de Lorena, cuenta que su caso fue diferente; sus padres vieron con preocupación la llegada del chavismo desde el primer momento.

“Mi mamá siempre me cuenta que cuando eligieron a Chávez como presidente, todo el mundo celebrando y lanzando cohetes,” dice.  “Ella, embarazada de mí, estaba llorando.”

Tanto Ángela como Lorena sienten que, con un desempleo calculado por el FMI cerca de 20 porciento, Venezuela no ofrece oportunidades. Para Ángela, su plan es continuar sus estudios en Argentina.

Aunque el destino de Lorena es incierto el rumbo es claro. “Vamos a la mitad de la carrera y ya tienes que pensar en qué país vas a emigrar, porque aquí no vas a encontrar posibilidades.”

Para Ricardo la crisis política y económica se caracteriza por la incertidumbre — no sabía si estudiar afuera o iniciar su educación universitaria en el país hasta que se inscribió en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas. Tiene la misma edad que Armando Cañizales, quien también iba a estudiar en la UCV. Él mira las protestas con más recelo.

“El problema es que muchas se basan en insultos en vez de argumentos, en desorden en vez de paz,” agregó. “Me preocupa el desenlace.”

Esta frustración con la falta de metas de la oposición y el temor de que más de 50 días de protestan fueran en vano es compartida por Lorena y Ángela.

“Creo que la oposición está haciendo lo mismo que hace unos años atrás”, opina Ángela. “Se está repitiendo la historia, no hemos llegado a nada y ellos no tienen un plan a seguir.”

Ángela no se ha involucrado en las protestas, pero a pesar de sus dudas las apoya.

“Me da miedo salir a la calle y que al final no solucione nada. Que en unos meses no pase nada,” dice.  “¿Qué pasa entonces con todas esas personas que murieron?”

Los estudiantes universitarios en Venezuela tienen una amplia trayectoria de ser quienes propician los cambios políticos. La más emblemática es sin duda la llamada Generación del 28, que se organizó en contra la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935). De esta generación surgieron escritores, periodistas y políticos, pero no sin antes vivir largos años de persecución, tortura, exilio y, para muchos, la muerte.

En un curioso revés, los líderes de la Generación del 28 una vez en el poder tuvieron graves choques con los movimientos universitarios por varias décadas. Muchos de los integrantes de estos grupos, la mayoría vinculados con la izquierda, se encuentran hoy formando parte del gobierno venezolano.

Es atractivo pero injusto comparar uno de los momentos más críticos de los 40 años de bipartidismo democrático que la victoria de Chávez llevó a su fin con la crisis que Venezuela vive hoy. Pero la comparación invita la pregunta si la llamada “Generación de Oro” romperá el ciclo cuando les toque plenamente tomar las riendas del país.

Por ahora, hacen lo que pueden: manifestarse, hacerse oír, pedir un cambio, a pesar de lo difícil que es para muchos imaginar una Venezuela post-chavista. Sienten desconfianza hacia el liderazgo de la oposición pero se sienten obligados continuar.

“Nos queda a nosotros reconstruir el país,” afirma Lorena.

Los estudiantes entrevistados para este artículo pidieron no usar sus apellidos por miedo a represalias

González Vargas es profesor universitario en Maracay, Venezuela

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