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Los cocaleros: la novia de Evo



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Hay mujeres de esas que se pegan como chicle. A veces son mujeres obsesionadas que buscan a su presa sin parar, esperando en vano un amor recíproco. Otras veces el asunto es consentido. Ambos se quieren así, colados el uno al otro. Y otras veces, casi sin darse cuenta, sus espacios se confunden de tal manera que ya no saben si son uno o el otro y terminan así, colados.

El Presidente Evo Morales no tiene novia. Pero tiene un capricho. Desde que en los años 1980 llegó al Chapare, en el trópico de Cochabamba, se enamoró del movimiento cocalero. Como todo amor de juventud, el suyo fue un enamoramiento apasionado y genuino. Pero además, aderezado con lucha política en defensa del valor cultural de la hoja de coca, el suyo fue un amor radical, incondicional.

Dos décadas después, Evo Morales llegó al gobierno gracias al movimiento cocalero que arrastró, por identificación étnica y de clase, al resto de los indígenas, campesinos y excluidos del país. Un amor así, apasionado, compañero de luchas y cárceles, no podía sino ser un amor cómplice. Evo Morales, aún siendo ya Presidente del país, nunca dejó de ser el máximo dirigente de las seis federaciones de productores de hoja de coca del Chapare. Y es que el soporte político de Morales son los cocaleros del Chapare, su novia incondicional.

Veinte años de noviazgo y cuatro en el poder, hicieron de aquélla una relación de interés mutuo. Evo necesita a los cocaleros como sustento político y ellos necesitan a Evo como padrino que proteja sus intereses cocaleros. Evo saca a la DEA (control antinarcóticos estadounidense) del Chapare y el resultado es el abuso. El narcotráfico en Bolivia se ha multiplicado y ese no es ningún secreto para nadie. Pero Evo lo niega.  Evo ya no distingue los límites. Evo no quiere ver que su novia se ha corrompido y abusa. Evo se lo permite porque la necesita ahora más que nunca, ahora que los indígenas del país se han empoderado y son cada vez más capaces de enfrentarlo y, acaso, de disputarle el poder.

El gobierno de Evo Morales tiene, por tanto, un convivencia promiscua con el narcotráfico. La primera prueba de aquello es un melodrama. La segunda es una tragicomedia. La primera sucedió el año 2008 cuando la familia de Margarita Terán, ex novia de Evo, dirigente cocalera y fundadora del Movimiento al Socialismo (MAS), fue aprehendida con 147 kilos de cocaína. Ya antes Evo la había dejado por otras faldas. Triste e ingrato final para una las más aguerridas defensoras de la hoja de coca que develaba así la tozudez del gobierno de Morales de negarse a aceptar la convivencia de los cocaleros del Chapare con el narcotráfico, auto engañándose con el discurso del valor ancestral de la hoja de coca. La novia le mete cuernos y él se cuenta un cuento.

La segunda sucedió hace un par de semanas, cuando Valentín Mejillones, el máximo representante de los amautas (líder espiritual andino) que invistió a Evo Morales como líder supremo de los pueblos indígenas de Bolivia en un ritual ceremonial en Tiahuanacu el día que Evo asumió su segundo mandato presidencial, fue capturado junto a una banda de narcotraficantes, con 240 kilos de cocaína. Evo Morales, sometido a la autoridad moral de un narcotraficante, no puede sino ser una tragicomedia. Así, Evo no tiene una novia obsesiva que lo persigue sin ser correspondida sino que es él mismo, consintiéndola, quien ha perdido autoridad ante ella y credibilidad ante nosotros. El resultado es un Presidente –y un país- contaminado por el narcotráfico.

 Cecilia Lanza es una bloguera que contribuye a americasquarterly.org y vive en La Paz, Bolivia.

 

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Cecilia Lanza

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