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Venezuela y la parálisis de UNASUR



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La estabilidad interna de Venezuela es un tema relevante a la agenda política latinoamericana. La revolución bolivariana, cargada del ímpetu de su discurso anti-imperialista, puso a la disposición de la región recursos y voluntad para la materialización de un proyecto conjunto. Sin embargo, hace más de un mes que la violencia política y la represión aumentan en Venezuela. El fracaso económico del país petrolero se manifiesta en una inflación galopante y desabastecimiento, alta criminalidad y un próspero mercado de armas ilegales. La desesperación de la clase media comienza a permear a los más pobres, y la ausencia de un líder carismático ya no puede ser compensada con incrementos del gasto público.

Era de esperarse que este mes los principales mecanismos internacionales encargados de  gestionar este tipo de crisis—o bien la Organización de Estados Americanos (OEA) o la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR)—se activasen.

Suramerica aparenta estar paralizada: El embajador panameño, Arturo Valliarino, convocó ante la OEA una reunión de cancilleres para tratar el tema de Venezuela. Rápidamente, el embajador venezolano, Roy Chaderton, bloqueó los intentos de reunión. El canciller venezolano, Elías Jaua, entonces acusó a Panamá de seguir la agenda de Washington para perjudicar la imagen del gobierno de Venezuela y alentar una intervención. Justo después de una reunión privada del consejo permanente de la OEA—y coincidiendo con los actos del primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez—Nicolás Maduro rompió relaciones con Panamá.

Por su parte, la UNASUR proyectó reunirse en el marco de la toma de posesión de Michel Bachelet para discutir la crisis venezolana. Pero a último momento se supo que Maduro no asistiría, lo cual coincidió con un llamado de atención de la cancillería de Chile por la muerte de una ciudadana chilena en las manifestaciones en la ciudad de Mérida. Al mismo tiempo, el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, propuso a los presidentes de México, Colombia, Perú y Chile (los mismos que conforman la Alianza del Pacífico, rival regional del Mercosur) que estudiaran el caso venezolano.

Entre la parálisis de la OEA y la de UNASUR, es UNASUR la que más contrasta con su récord reciente. Como declaró alguna vez el canciller brasileño, Celso Amorim, la UNASUR le dio una cara a América del Sur, unificando exitosamente a sus miembros frente a varias crisis de gobernabilidad. En 2005 la Comunidad Suramericana de Naciones (antecedente directo de la UNASUR) intervino mientras Lucio Gutiérrez se asilaba en la embajada de Brasil tras dejar la presidencia de Ecuador. En 2008, la UNASUR trató el conflicto de Evo Morales con las regiones separatistas de Bolivia. En 2009, después de una nueva crisis presidencial en Honduras, fue Manuel Zelaya quien recurrió al asilo en una embajada brasileña, y en el 2010, cuando la policía nacional amenazó la continuidad de otro gobierno ecuatoriano—esta vez el de Rafael Correa—Suramérica también reaccionó oportunamente. Para el 2012, cuando UNASUR se reunió para suspender a Paraguay tras la crisis presidencial que acabó con la renuncia de Fernando Lugo, parecía claro que la organización se convertiría en el actor central en la gestión de futuras crisis de gobernabilidad en Suramérica, supliendo el rol que tradicionalmente ocupo la OEA.

Sin embargo, la actual crisis en Venezuela ha dejado en evidencia los límites del proyecto de unidad Suramericana. En primer lugar, la parálisis de UNASUR depende de su principal promotor: Brasil. En un año electoral y mundialista, pocos son los incentivos que tiene Dilma Rousseff para apoyar abiertamente al gobierno de Nicolás Maduro, de modo que las gestiones para coordinar una eventual cumbre han adoptado un perfil bajo.

Evo Morales reconoció haber intentado persuadir a otros presidentes de la región, pero sin resultados. Cristina Kirchner no viajó a Venezuela para presenciar la ceremonia por el primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez, sus energías están concentradas en evitar que el kirchnerismo tenga un destino chavista. Mientras que Rafael Correa reorganiza sus fuerzas, enfocándose en las recientes elecciones municipales ecuatorianas.

Con la OEA y la UNASUR paralizadas, la situación en Venezuela parece seguir su rumbo hacia un ciclo de fragmentación social, ingobernabilidad democrática y represión. La idea de que la UNASUR podría sustituir a la OEA en Suramérica parece no haber contado con un escenario alternativo: el de la crisis de la izquierda latinoamericana. Actualmente, con un Brasil impedido de proyectar su influencia, Argentina y Ecuador volcados hacia su interior y Venezuela en crisis, el proyecto de una Sudamérica unida se desmorona.

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