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18 en Latinoamérica: Cuando problemas económicos amenazan con truncar un futuro alentador

Reading Time: 4 minutesAndrés tiene que decidir entre quedarse con su familia o seguir con su educación.
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Ulises Ruiz Bazurto

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A los 18 años, Andrés sabe exactamente lo que quiere: un trabajo en un laboratorio de química analítica y una esposa hermosa.

Pero sin duda es difícil conseguir esto.

Lograr su primera meta, convertirse en químico, significa levantarse a las 4 de la mañana en Puente Viejo, un pueblo rural a dos horas de Guadalajara donde vive con sus padres, sus tres hermanas y un hermano. Todos los días, antes del amanecer, su padre lo deja en una parada de autobús.

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El primer trayecto en autobús lleva a Andrés al centro del pueblo. El segundo lo deja cerca del Instituto de Ciencias, una escuela preparatoria en la que su habilidad para la ciencia le valió una beca.

Según explica Andrés. La química se le da fácil. El primer año que la estudió en la escuela obtuvo una calificación perfecta. En los dos años que han transcurrido desde entonces, la química ha moldeado su manera de enfrentar problemas afuera del salón de clases.

Recientemente, después de un intento fallido de darle consejos del corazón a dos amigos, Andrés creó un diagrama mapeando lo sucedido. La conclusión fue clara: no más consejos del corazón. No hay manera de que acabe bien.

“La química me hizo ser más lógico y racional”, dijo. “Se me da fácil esta manera de pensar”.

Sus padres, Fermín y Miriam, hacen lo que pueden para impulsar los sueños del adolescente al que llaman “el intelectual de la familia”. Pero han enfrentado muchas dificultades y Andrés ha sufrido contratiempos también. Hace cuatro años, el negocio familiar de distribución de alimentos en Tijuana quebró. Andrés tuvo que dejar la escuela. Sin dinero, la familia dejó la ciudad en la que había vivido por 19 años, sin ningún lugar a dónde ir. Un tío que es sacerdote jesuita negoció para que se pudieran quedar en el lote que es propiedad de su orden en Puente Viejo.

Después de un comienzo difícil, Fermín y Miriam se convirtieron en agricultores exitosos, cultivando avena y maíz, criando cerdos y ganado, así como vendiendo los huevos de sus 200 gallinas en los mercados de la ciudad.

Andrés consiguió su beca y se enfocó en la escuela. Las tardes de los miércoles, Andrés repasa ecuaciones complicadas en el Club de Química que él mismo ayudó a fundar. Los viernes son para los debates en la revista literaria estudiantil. Los veranos trabaja, pero el año pasado también estuvo estudiando libros de química universitarios y quedó segundo en las olimpiadas regionales de química.

Andrés dijo que sus padres lo felicitaron por su victoria, pero solo con palabras, no con el abrazo que esperaba.

“Es mi obligación obtener buenas calificaciones”, dijo encogiéndose de hombros.

Andrés entiende, sus padres lo apoyan, pero saben que el estudio de su hijo lo aleja de la familia. No son sólo los largos días en los que no está , que muchas veces incluyen los fines de semana, o la distancia con la gran ciudad. Su hijo suele hablar de los lugares a los que quiere llegar como químico: la universidad, laboratorios en otras partes, quizás fuera de México. Lejos de ellos.

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Ahora la familia está enfrentando problemas nuevamente. Los jesuitas les pidieron que buscaran otro lugar para vivir. Están empezando de nuevo en el vecino pueblo de Juanacatlán, en el estado de Jalisco. Esta vez, Andrés está en su último año de preparatoria y ya tiene edad para vivir sin sus padres.

Mudarse con ellos o independizarse fue una decisión dura. Pero Andrés, tan cerca de graduarse, decidió quedarse. Quería terminar la escuela e ir a la universidad. Así que mientras sus padres empacaban, Andrés estaba preparando su propia mudanza. Se quedaría con amigos en Guadalajara y terminaría el año.

Andrés también quiere dedicarle un poco más de tiempo a su segunda meta, la de conseguir una esposa hermosa. Hasta ahora no ha tenido tiempo para una relación. Vivir en Guadalajara ayudaría. Se inscribió a clases de salsa los viernes por la noche con la esperanza de que le ayuden a superar su timidez y lo hagan sentirse más cómodo en las fiestas. Por lo menos se siente cómodo con la ciencia.

Gonzalez es un periodista que vive en México

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