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Entrevista Exclusiva con la Escritora y Periodista Peruana Gabriela Wiener



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Dicen que no existe el momento ideal para traer hijos al mundo, pero cuando la cronista peruana Gabriela Wiener estaba embarazada, todo parecía jugar en su contra: acababa de perder su trabajo en una revista, su situación legal en España se balanceaba en la cuerda floja, le detectaron un cáncer a su padre, se enteró del suicidio de una amiga y, para completar el cuadro, aún se estaba recuperando de una dolorosa cirugía.

Nueve Lunas, el libro que surgió de ese difícil periodo, es un retrato de la maternidad que oscila entre el periodismo gonzo y la crónica autobiográfica. Pero también se trata de una exploración sobre los tabúes que se tejen en torno a la maternidad: el aborto, el odio a la madre, el sexo con embarazadas. Nueve Lunas es un recuento fascinante y honesto sobre la soledad, las dudas y los miedos de la gestación—a perder la individualidad y la libertad, a no amar al hijo, a asumir la terrible responsabilidad de hacerse cargo de otra persona para toda la vida. Como en Sexografías, su primer libro, Gabriela Wiener consolida su reputación de escritora kamikaze y se establece como una de las voces más arriesgadas y originales de la crónica hispanoamericana.

Colanzi: ¿Cuáles fueron los autores o las lecturas que te acompañaron mientras escribías Nueve Lunas?

Wiener: Tenía sobre todo un libro en la cabeza: El año del pensamiento mágico, de Joan Didion, una crónica de esa nueva realidad que se abrió ante la autora tras la muerte repentina de su esposo por un infarto y la búsqueda de sentido a ese tiempo que desbarató todas sus antiguas seguridades que la llevan a un estado casi chamanístico. Está tan lleno de emoción como de información y se lee como un texto de investigación. Yo soñaba con hacer algo así de importante pero con el tema del embarazo. El libro La hija de la amante de AM Homes también fue una lectura de cabecera, por convertir algo tan personal como su propia adopción en una trama casi detectivesca. Tenía por ahí el libro de Oriana Fallacci, Carta a un niño que no llegó a nacer, que es muy tierno pese a que es de Fallacci y que me sirvió, a veces como tono, y a veces como antitono. Leí un libro de Elizabeth Roudinesco, La familia en desorden, que me puso en autos de las fascinantes barbaridades biotecnológicas y las nuevas configuraciones familiares. Tuve muchos libros de mis poetas favoritas a la mano, entre ellas Sharon Olds y Anne Sixton. Otro libro que tuve muy en cuenta fue uno de ensayos: Las mujeres y los niños primero. Y dos libros de crónicas muy humorísticas de la argentina María Moreno. La mayoría de mis lecturas están citadas en el libro pues fueron parte de la aventura.

Colanzi: Para escribir Sexografías te sometiste a experimentos como donar óvulos, dejarte flagelar en público por una dominatrix o preguntarle a desconocidos si se acostarían contigo para registrar sus reacciones. ¿Hay cosas que no volverías a hacer ahora que eres madre?

Wiener: Aún no lo tengo muy claro. Supongo que con el tiempo lo iré descubriendo. No haría probablemente las cosas que has mencionado porque ya las hice, pero no descarto que vuelva a meterme en problemas. Me estoy tomando el tema éste de ser un buen ejemplo para los hijos con mucha calma. Si no la maternidad sería doblemente estresante. Como mis experiencias no han estado nunca mediatizadas por la moral, no me ha sido muy difícil ser coherente ni antes ni después de ser madre. Lo que sí es que naturalmente son otras cosas las que empiezan a interesarme. Ayer una amiga me dijo que cuando tenía diecisiete años le preguntó a su madre de qué se arrepentía y que ella le contestó: de no haber probado la cocaína. Se sentía vieja para hacerlo y tenía solo unos pocos años más que nosotras en la actualidad. Espero tener pocas cosas de las que arrepentirme dentro de unos años pero también espero poder darme perfecta cuenta de cuándo es tarde para hacer algo y cuándo no. Como prueba de que creo que quien no la debe no la teme, he escrito libros que mi hija podrá algún día leer, si quiere, y seguro que querrá, porque ya se le ve a leguas que es una curiosa.

Colanzi: Dices que “hay momentos en que uno debe tomarse más en serio la vida que la literatura. Pocos, pero los hay”. ¿Cuáles han sido, para ti, esos momentos?

Wiener: Creo que estaba siendo irónica, en realidad siempre hay que tomarse más en serio la vida que la literatura, sino pareceríamos uno de esos personajes de Soñadores de Bertolucci o de Before Sunrise.

Colanzi: ¿Por qué el cuerpo femenino sigue siendo el principal lugar de exploración de las escritoras?

Wiener: No sé, es terrible, he oído de todo, ninguna explicación me parece convincente: el que nos hayamos quedado en las cuevas mientas ellos salían a cazar. O que lo hacemos por falta de preparación, por falta de creatividad o por falta de algo. O que les hemos quitado a los hombres el monopolio para hablar de nosotras y nuestros cuerpos. Debo decir en mi defensa (aunque seguro todas dicen lo mismo) que me quedé embarazada justo en el momento en que me ofrecían publicarme un libro de crónicas y me vi ante eso tan aplastantemente real que absorbía mi imaginación, mi escritura y, en suma, toda mi vida, y me pregunté si era válido contarlo, pero sobre todo me pregunté por qué hasta ahora el embarazo había sido un tema tan poco literario, por qué era una de esas cosas llamadas, despectivamente, “de mujeres”, por qué no podía entenderse como algo tan estético, urgente y universal, como la muerte, el amor, la enfermedad o la guerra. Quise tratarlo así. Es probable que el desafío fuera demasiado. Pero da igual, esta vez tendrán pruebas para acusarme de hacer literatura femenina. Por si fuera poco, y lo digo bien claro, siento debilidad no sólo por las mujeres, sino también por los hombres que exploran la corporalidad. Por eso me gustan escritores como Roth, Houellebecq, Bellatin, Lemebel, Pauls, que escriben, por ejemplo, sobre sujetos que se rascan o tienen erecciones penosas.

Colanzi: ¿Qué pierdes y qué ganas cuando escribes desde la no-ficción sobre temas tan íntimos como el aborto o el sexo o el embarazo? ¿Qué pasa cuando el autor se convierte en su propio personaje?

Wiener: Que los que leen mis libros creen que soy una mujer hipersexual, liberal, en permanente estado de excitación, cachonda, divertida, resuelta, suprema, magnánima, atrevida. Y en realidad tengo una vida muy tranquila, sin sobresaltos, soy madre de familia, me emborracho de vez en cuando y hago algún que otro estropicio pero desde luego no estoy buscando situaciones adrenalínicas todo el tiempo. Es el problema de confundir al narrador con la persona. Ahora, si bien no estoy toda yo en lo que escribo, hay una de mis tantas facetas ahí, y creo que a veces en un estado bastante descarnado, aunque por lo general explicado con humor. Hago cosas por exponerme, por atreverme, por vencer mis reparos, por jugar con mis límites. Nunca he podido ser una narradora aséptica o neutral. A temas como el sexo, la maternidad, y en general todo lo que tenga que ver con aspectos de la intimidad, no me puedo acercar sin dar algo antes a cambio y el precio es volverme un personaje más, poner los focos sobre mí y sobre partes de mí que no necesariamente son fáciles de mostrar.

Colanzi: Mencionas lecturas feministas que consideran el lazo familiar entre mujeres como “una red de odio”. ¿Estás de acuerdo?

Wiener: Me refiero a la matrofobia, una suerte de cadena de odio literario entre madres e hijas. En mi libro hablo mucho al respecto porque me fascinó encontrar que tantas escritoras escribieran del miedo a convertirse en sus madres y que construyeran imágenes tan potentes a partir de esa relación. No puedo más que identificarme con esa corriente. Es inevitable. Como digo en el libro, amo a mi madre pero es mi madre, se supone que debo odiarla.

Colanzi: Te consideran una escritora kamikaze por ponerte en situaciones límites: ¿de dónde nace el coraje para lanzarse al vacío? ¿A qué le tienes miedo?

Wiener: Mi escritura tiene una dimensión física y una parte de recreación. Más que una autoficción es como el body paint o los tatuajes, una escritura sobre el cuerpo. La impresión del “trabajo de campo” que hago es la de exponerme a situaciones complicadas o arriesgadas. Pero creo que al relatarlo voy más allá, es una segunda forma de entrega mucho más obscena y sexual y pública. Le tengo miedo a muchas cosas: a la muerte primero que nada, al mar, al abandono, al fracaso, a casi todo.

* Liliana Colanzi nació en Santa Cruz, Bolivia y es una bloggera y periodista que contribuye a americasquarterly.org.

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