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[i]Zona Sur[/i] – una película sobre la Bolivia en transición



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Juan Carlos Valdivia tuvo que reinventarse como cineasta para filmar Zona Sur (2009), la película que narra la decadencia de una familia de la clase alta de Bolivia. “Me harté del cine”, confiesa el director boliviano, que ya tenía una trayectoria destacada en su país gracias a las películas Jonás y la ballena rosada (1995) y American Visa (2005). “Sentía que me debía a mí mismo una obra personal, honesta, sin pudor”, dice.

Después de una pausa de tres años, durante la cual no vio nada de cine pero sí se dedicó a leer intensamente, Valdivia regresó para contar una historia que conocía muy bien: la de una familia “blanca” acomodada de la ciudad de La Paz y sus complejas relaciones con los sirvientes indígenas de la casa. Zona Sur es quizás la primera película que refleja los cambios sociales que se producen actualmente en el país, y lo hace desde la intimidad de un hogar. “Es un nuevo capítulo de mi vida”, asegura Valdivia.

Los resultados ya se dejan ver: Zona Sur ganó este año los premios de mejor dirección y mejor guión en la categoría cine mundial del festival de Sundance. Con esta película, Valdivia se inscribe en la generación de cineastas latinoamericanos como Claudia Llosa (Perú) y Sebastián Silva (Chile), que exploran con talento las dinámicas de clase en el continente.

Colanzi: ¿Qué pasó entre la filmación de American Visa y Zona Sur? Ambas películas parecen realizadas por directores diferentes.

Valdivia: Entre estas dos películas hay un abismo de diferencia, producto de un proceso de introspección muy intenso. Después de American Visa entré en crisis con el cine, me desencanté, me aburrí y cuestioné el rumbo que tomaba mi carrera.  Me volví muy autocrítico porque empecé a ver un elemento intercambiable en mi trabajo. Por otro lado, cuestioné el cine latinoamericano, donde, quiera o no, mi trabajo está inscrito. Los latinoamericanos estamos obsesionados con la profesionalización. O haces “cine pobre” o huyes de él tratando de emular a una industria que no tenemos. Es una trampa.

Nosotros tenemos que hacer un cine diferente que huela a nuestros países, que responda a la complejidad de nuestra cultura. Con Zona Sur hice una película despojada de códigos de género, totalmente idiosincrática y localista. Lo curioso es que es mi película más universal y con la que he salido de la burbuja “latinoamericana” para entrar al cine mundial. Me harté del cine, de la manera de hacer cine, de la parafernalia, del esnobismo, del show. Entré de lleno en un sábatico de tres años. Durante este tiempo no vi una sola película.  Me dediqué a otras cosas, sobre todo a leer filosofía.

Cuando salí vomité este guión, lo escupí. Lo digo así, porque me salió en una sentada de tres semanas, de la tripa y del alma. No solo los personajes, sino la forma, el uso de la cámara circular, el estilo, todo. Es una película que me salió de adentro. Es mi visión de la familia boliviana, de mi familia, de mi niñez. Y también es mi país visto desde la intimidad de unos personajes encerrados en su burbuja existencial. Con esta película me reinvento como cineasta. Me asumo como artista. Tomo riesgos y lo hago de una manera 100 por ciento independiente.

Colanzi: Claudia Llosa fue criticada en su país por su retrato de las clases indígenas y populares peruanas. Algunos sienten que Llosa no está capacitada para hablar de los indígenas porque pertenece a un estrato social privilegiado. ¿Crees que podría pasar lo mismo contigo?

Valdivia: Yo estoy hablando de un mundo que conozco íntimamente. Soy consciente de que es un tema muy político, sobre todo por la coyuntura actual de Bolivia, pero no es una película panfletista. En cuanto a Claudia Llosa, para mí ella está hablando de ser mujer, sin un discurso feminista; es realmente una visión del mundo muy diferente. Para mí, esa es la fuerza de la obra. Ella encontró una ventana a ese mundo. Creo que un artista y un cineasta sí pueden hablar de mundos a los que no pertenecen, si lo hacen con sensibilidad e inteligencia. Justamente lo maravilloso del cine es poder entrar a mundos diferentes y tratar de desentrañarlos. En mi caso, yo entro al mundo indígena a través del niño, que pasa la mayor parte del día con los empleados. Hay una relación afectiva y una sensibilidad frente a ese cultura tan diferente con la que convive.

Colanzi: Dices que en Bolivia existe la opinión de que el artista debe ser un mártir, y que no está bien visto triunfar económicamente. ¿A qué atribuyes esto?

Valdivia: Es el síndrome de Van Gogh. En Bolivia tenemos esta idea romántica del artista bohemio y sacrificado. Por otro lado, en la cultura occidental de Bolivia no es bueno sobresalir. También la religión católica nos ha metido la idea de que el dinero es malo. De niño, mi madre me decía: “Tú naciste para millonario pero te quedaste en la puerta”. Pero cuando viajas y ves otras maneras de ver el mundo te das cuenta que no tiene que ser así. No tienes que hacer del dinero un fetiche ni obsesionarte con él, pero para hacer cine, es muy importante saber manejarlo y tener una postura frente a él.

Creo que hacer cine es un acto de generosidad. La gente que hace cine es grande. Por eso no estoy de acuerdo con el “cine pobre”. La pobreza esté en la cabeza. El cine no es pobre. Es algo espléndido. Siempre. Va más allá de cuántos boletos vendes. O si la película es para un público amplio o uno más exigente. Yo hice esta película con muchos menos recursos porque sabía que estaba tomando riesgos y no quería embarcar a gente. Tampoco quería comprometer mi visión ni hacer concesiones ni pasarme meses buscando que me dieran el sello de aprobación acompañado de un cheque. Es una película independiente y ahora tenemos éxito, hasta el momento de la crítica y del sistema, y eso es maravilloso. Y el éxito no solo es mío, es de mi gente y de mi país.

Colanzi: El trailer dice que Zona Sur es “el retrato de una familia, de un barrio, en un país que cambia”. ¿De qué manera están cambiando las relaciones entre indígenas, mestizos y blancos en Bolivia?

Valdivia: Zona Sur es la historia de un país visto a través de una familia. El día que Evo Morales asumió la presidencia, Bolivia cambió para siempre e irreversiblemnte. Cambió de manera simbólica. Antes había muy poca movilidad social. Ahora la gente sabe que es posible que una persona de origen muy pobre y humilde pueda llegar, por sus propios méritos y por su lucha con el pueblo, a ocupar el lugar de más poder. Él (Evo) tiene un poder real, otorgado por el pueblo. Cuando el imaginario cambia, todo lo demás sigue. Hay un cambio de conciencia. Esto se ve en la película de manera muy contundente, sin discursos fáciles, sino de la manera en que realmente ocurre en nuestras vidas cotidianas.

Colanzi: ¿A qué crees que se debe que el cine latinoamericano está indagando las relaciones entre patrones y sirvientes (pensando en películas como La Nana, La teta asustada y Zona Sur)?

Valdivia: En América Latina tenemos muchas cuentas pendientes, muchas cosas que no hemos querido ver. Es fascinante todo lo que podemos hacer. No hay mejor lugar en el mundo en este momento para hacer cine. Es interesante ver que en un año salen estas y otras cuantas más con este tema. Para mí es una muy buena señal, quiere decir que estamos abiertos a mirarnos al espejo.

Colanzi: Dices que el matriarcado en Bolivia ha producido hombres débiles y mujeres fuertes. Tomando en cuenta que la presencia femenina en la esfera pública es todavía escasa, ¿no será que Bolivia es más un patriarcado?

Valdivia: Y mira cómo nos ha ido con tanto macho en el poder! Yo me estoy enfocando en las relaciones de poder en la familia. La madre boliviana crea al macho, lo engríe y lo malcría y por ende lo hace débil, lo debilita y lo castra. Mientras que con las hijas mujeres son mucho más estrictas y este rigor hace que las mujeres sean fuertes. Para mí esto es tan evidente. Detrás de cada hombre exitoso hay una mujer. Los hombres son los vistosos, los de las plumas de colores. Y de repente esto también cambia en Bolivia. Nuestro presidente y vicepresidente no tienen familia ni mujer. Sin embargo, en su gabinete el 50% de los miembros es mujer. Esas son las cosas que me fascinan. El oxímoron, la contradicción, la complejidad de una sociedad que parece una cosa pero es otra, o mejor aun, que es a la misma vez dos cosas diferentes. Ese es el producto de nuestro mestizaje. Es fascinante y el rol de la mujer también es muy complejo en este mestizaje.

Colanzi: Jonás y la ballena rosada y American Visa fueron adaptaciones de importantes novelas bolivianas. ¿Piensas seguir desarrollando guiones propios, o tienes planeada alguna adaptación para el futuro?

Valdivia: Quiero seguir escribiendo, pero tampoco estoy peleado con las adpataciones. Sin embargo, en el sentido más estricto el cine es más cine, es más puro y más cerca a la perfección cuando encuentra su origen en el lenguaje cinematográfico. Las adaptaciones han hecho al cine esclavo de la narrativa y para mí el cine es una vivencia atmosférica. Qué fácil que te resuman un libro en dos horas. La experiencia de imaginar un libro es irreemplazable. No hay nada mejor para despertar los sentidos. Nos hemos vuelto unos consumidores de cultura. Devoramos todo sin saber por qué y en ese escenario la lectura no va más. Es una pena. Creo que las adaptaciones cinematográficas tienen que aportar algo nuevo y no limitarse a traducir un lenguaje a otro.

* Liliana Colanzi nació en Santa Cruz, Bolivia y es una bloggera y periodista que contribuye a americasquarterly.org.

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