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Vamos, hombres: Es hora de que se involucren más en el hogar

Los hombres deben hacer una mayor parte del trabajo doméstico para que la igualdad de género se vuelva realidad.
Los hombres de la región pasan mucho menos tiempo realizando tareas domésticas.Getty
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Este artículo fue adaptado del reportaje especial de AQ sobre cómo cerrar la brecha de género | Read in English

LIMA – Uno de los mayores obstáculos a los que se enfrentan las mujeres cuando se trata de oportunidades profesionales está en el hogar. Nosotros —maridos, padres, hijos y hermanos— somos en gran medida responsables de la desigualdad que se deriva de nuestro propio comportamiento en el hogar. ¡Y hacemos esto a las personas que amamos!

Las mujeres y las niñas realizan tres cuartas partes de las tareas necesarias para el funcionamiento cotidiano de los hogares latinoamericanos según datos recopilados por Naciones Unidas. Esto puede alcanzar picos tan altos de hasta 86% como sucede en el caso de Guatemala.

Eso, a su vez, tiene consecuencias sobre las oportunidades laborales de las mujeres. Las mujeres de América Latina tienen el doble de probabilidades que los hombres de tener trabajos a tiempo parcial debido en parte a que una gran parte de su día se dedica al trabajo doméstico. Más de la mitad de la mano de obra femenina de América Latina trabaja en el sector informal, lo que a menudo les da la flexibilidad que necesitan, pero a un costo considerable. 

En términos generales, en lo que respecta a la búsqueda de la igualdad de género en la región, hemos hecho progresos significativos en las últimas cinco décadas. Hoy en día, más mujeres latinoamericanas se gradúan de la universidad que sus contrapartes masculinas. Aunque no todos los países han progresado de igual manera, las diferencias en la participación laboral y el salario se han reducido. Es cuando se habla de la división de tareas en casa que hemos tenido un cambio alarmantemente pequeño.

Pagar las cuentas, surtirse de alimentos y utensilios, proporcionar comida caliente, mantener la casa limpia, ayudar a los niños con las tareas escolares, cuidar de los ancianos: es una lista larga y variada de actividades para que un hogar funcione con normalidad.

En una semana normal, las tareas domésticas no remuneradas representan un poco más de dos días de trabajo. Esos dos días se traducen en menos oportunidades para que las mujeres se incorporen a equipos profesionales, en menos oportunidades de ascenso laboral, en salarios más bajos y en menos tiempo para estudiar.

Durante la pandemia, una encuesta de ONU Mujeres mostró que mientras la cantidad de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado aumentó, la división desigual del trabajo persistió, llevando a muchas mujeres a un punto crítico.

Y el obstáculo para las mujeres no sólo radica en el exceso de trabajo doméstico, sino también en su imprevisibilidad.

Cuando es necesario llevar de urgencia a un niño a una cita con el médico o cuando el maestro hace una cita con los padres o cuando los ancianos requieren cuidados especiales al enfermarse, generalmente es la mujer la que se encarga de estas tareas. Esto constituye un círculo vicioso entre las responsabilidades domésticas y la flexibilidad del trabajo que afecta las carreras y los empleos a todos los niveles, desde a las ejecutivas de altos ingresos hasta las vendedoras ambulantes informales.

Romper el ciclo

Es necesario y urgente distribuir de mejor manera la carga de trabajo doméstico no remunerado.

La clave de este desafío que enfrentamos es un problema cultural —lo cual es, a la vez, una buena y una mala noticia. La buena noticia es que la cultura cambia; la mala es que no cambia de la noche a la mañana. Esto, sin embargo, no debe distraernos de la necesidad de trabajar hacia este objetivo.

Hay argumentos, además de la equidad, que respaldan la importancia de que exista una mejor distribución del trabajo doméstico. A nivel internacional, se ha comprobado que en los hogares donde los hombres participan en las actividades cotidianas, los niños tienen más estabilidad emocional, mejor rendimiento académico y mejor salud. Además, en los hogares con un mejor equilibrio en el trabajo doméstico, las mujeres tienen un mayor poder adquisitivo, lo que se traduce en una mayor inversión en necesidades de la familia tales como la alimentación, el vestido y la vivienda. Precisamente esa es la razón por la cual la mayoría de los programas de transferencia condicional de dinero escogen a las mujeres como destinatarias. Por otra parte, he aquí un argumento infalible: Las parejas con una mejor comprensión de la distribución equitativa del trabajo doméstico afirman tener una mejor vida sexual.

La falta de representación femenina en las carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas tiene su origen en los roles que se definen a una edad temprana sobre lo que se espera de las niñas y de los niños. Sin darnos cuenta, establecemos en casa una cultura que normaliza las diferencias entre los géneros, aunque éstas no se correspondan con las diferencias en las capacidades de las niñas y los niños.

Hemos tratado de encontrar soluciones a la desigualdad de género en el ámbito laboral. Hemos puesto la carga de esta tarea en los gobernantes y legisladores, ignorando el rol doméstico que desempeñamos. Uno no tiene que ser un activista para cambiar el mundo.

Podemos empezar a construir la equidad en la proximidad de nuestros hogares, con nuestras familias, con la gente que amamos.

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Ñopo es investigador principal del Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE)



Tags: Domestic labor, Gender, Labor policy
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