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Bolivia y Chile: un divorcio tortuoso



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Sebastián Piñera, presidente de Chile, propuso al presidente estadounidense Barack Obama una relación 2.0. Piñera hacía así gala de su familiaridad con las redes sociales del Internet. Un gesto de modernidad acorde con la propia imagen de su país, el más yuppie de América Latina. De hecho, el Presidente chileno le recordó a Obama que ambos se graduaron de Harvard.

Pero el de Piñera no fue sólo un gesto algo cool sino que marcaba así la línea recta con la que Chile plantea las cosas, buscando una relación de igual a igual y lo más fluida posible (2.0, como son el facebook o twitter) con el poderoso del norte, esta vez propuesta en el lenguaje de la diplomacia “progre”.

Evo Morales, en cambio, pocos días antes de la celebración del “día del mar”que se recuerda en Bolivia cada 23 de marzo hace 132 años, dijo que se trata más bien del “día del carajo”.  Y carajo en Bolivia significa muchas cosas desde la referencia a algo tan espectacular como un buen gol (“¡qué del carajo!”) hasta la referencia al fracaso más estrepitoso (“se fue al carajo”).  Pero en el vocabulario de las buenas costumbres, esa es sobre todo una mala palabra. “Carajo” fue la célebre frase que pronunció el héroe boliviano de la guerra del Pacífico que libraron Bolivia y Chile en 1789 cuando Chile invadió territorio boliviano dejando a Bolivia sin acceso al mar. “¿Rendirme yo? Que se rinda su abuela ¡carajo!” gritó Eduardo Abaroa.

Por eso, saber que Evo Morales había cambiado el “día del mar” por el “día del carajo” resultó… digamos incomprensible. ¿Qué parte del abanico semántico habría elegido el presidente Morales, considerando sus memorables exabruptos?

Lo supimos el 23 de marzo, cuando precisamente en el acto de recordación del “día del mar”, Evo anunció que Bolivia recurrirá a instancias judiciales internacionales (léase La Haya) para plantear su histórica demanda contra Chile. Fue un anuncio sorpresivo. Evo Morales había dicho, poco tiempo antes, que esperaba de Chile una propuesta concreta este 23 de marzo. Por tanto, algo se veía venir. Pero el propio presidente Morales se encargó de minimizar las espectivas—y los nervios—chilenos cuando en una entrevista, la misma mañana del 23 de marzo, publicada en el diario chileno El Mercurio, aseguró que la vía legal no le parecía la más adecuada. Horas después, pateó el tablero.

Y es que Bolivia y Chile mantienen una suerte de divorcio tortuoso hace más de un siglo intentando, por las buenas, negociar cómo hacen con los hijos, la casa, el auto, el terreno… Un litigio en el que Chile es el dueño de las llaves de ese horizonte llamado oceáno Pacífico. Pero a pesar de esa batalla centeneria enquistada ya en los pasillos diplómaticos, las relaciones comerciales entre ambos países siguen exitosamente los vientos del mercado de manera ciertamente conveniente al dueño de esas tierras que algún día fueron bolivianas.

Precisamente por eso—porque seguramente el mercado seguirá su ritmo—Evo Morales asumió “diplomáticamente” el fin de la paciencia boliviana y mandó el pleito a los abogados. Y aunque este embrollo recién comienza, ha tenidio ya algunas señales curiosas. Y es que nunca como ahora Chile estuvo tan pendiente de Bolivia. Ya lo dijo el ex presidente Carlos Mesa: “Chile reacciona ante posiciones firmes”. Sino, ese eterno divorcio diplomático seguiría siendo el cuento de nunca acabar. Bolivia necesita cerrar esa herida histórica. Ya esperó 132 años. Puede esperar el veredicto de La Haya. Si ganamos, seremos felices. Si perdemos, buscaremos otras aguas pero viviremos en paz.

*Cecilia Lanza es una bloguera que contribuye a AQ Online y vive en La Paz, Bolivia.

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Cecilia Lanza



Tags: Bolivia, Chile
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