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Promesas y retos de la era Santos



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Muchas cosas pasaron el sábado por primera vez en el cambio de mando presidencial en Colombia. Es la primera vez que un presidente se posesiona ante unas tribus indígenas: En la mañana el electo mandatario Juan Manuel Santos fue investido en una ceremonia espiritual en un territorio llamado Seyzhua, tierra sagrada para cuatro pueblos indígenas asentados en la norteña Sierra Nevada de Santa Marta: Los kogui, los wiwas, los kamkuamo y los arhuaco. Los aborígenes le entregaron un bastón de mando y cuatro “Tumas”, piedras sagradas que representan el mar, la tierra, el agua y la comida, al tiempo que lo comprometieron con la defensa de sus etnias y del medio ambiente.

Es la primera vez también que se pone una alfombra roja en la Plaza de Bolívar, al frente del Capitolio Nacional y que se invita al presidente saliente a estar en la ceremonia de asunción pues éste generalmente espera a su sucesor en la Casa de Nariño, donde se da el relevo. Semejante reconocimiento al ex mandatario Álvaro Uribe fue potenciado por espacio de unos minutos en los discursos que dio tanto Santos, como el presidente del Senado, Armando Benedetti, quien fue el encargado de poner la banda presidencial. “Quiero hacer un homenaje desde el fondo de mi corazón a un hombre que brillará en la historia como aquel que devolvió la esperanza al país, un colombiano genial e irrepetible”, dijo el primero. “Los colombianos han sido seducidos por el nivel de compromiso que Uribe asumió. No hay caso así en Latinoamérica. Uribe es un fenómeno universal de opinión política literalmente irrepetible”, sostuvo el segundo, quien no obstante le advirtió a Santos que “sentirá el rigor y el riesgo de parecer distinto al carisma arrollador de Uribe, pero no hay clones en política”.

Cinco mil personas invitadas, entre las que se encontraban 15 jefes de Estado, rompieron en vítores ante lo que Uribe se puso de pie y agradeció. La reverencia al mandatario que deja el poder después de ochos años, no podría ser de otra forma: Juan Manuel heredó directamente su capital político y sus votos, pues nunca antes había aspirado a un cargo de elección popular. No obstante en los discursos que dieron comienzo a la era Santos, en medio del sol y la lluvia de una Bogotá vigilada por 22 mil hombres, las promesas no fueron más que el sinónimo de los fracasos del gobierno Uribe.

Benedetti hizo una radiografía bastante desalentadora –y real- de la desigualdad que reina en el país apoyado en datos del Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo: 49 por ciento de pobreza y 17 por ciento de indigencia. Según sus palabras estas cifras solo demuestran “que los umbrales de tolerancia a la desigualdad son escandalosos”. Dijo además que el país necesita una reforma electoral y política “que recupere para el parlamento la dignidad perdida”, ya que “los ciudadanos no se reconocen en sus congresistas”, y que “hay escandalosos niveles de tolerancia frente a la mentira”. Benedetti parecía describiendo un gobierno y una clase política de la que no hubiera hecho parte y una deuda social inmensa que ahora reencauchado en el nuevo gobierno, sí está dispuesto a atacar.

A su turno, Santos intentó hacer un guiño a todos los sectores pero principalmente a la comunidad internacional. No solo se refirió a que no reconocía enemigos “ni en la política nacional ni en el extranjero”, sino que dijo que en lo concerniente a mejorar las relaciones con Venezuela y Ecuador, y pese a los buenos oficios ofrecidos por varios mandatarios, quería un diálogo directo y sin intermediarios. En la noche al término de la ceremonia, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien estuvo presente en la Plaza de Bolívar, recibió finalmente de manos del gobierno una copia del contenido del computador de Raúl Reyes, hallado durante el ataque a Angostura. Este episodio fue el que minó las relaciones entre los dos países, y más de dos años después Colombia responde a las peticiones de su vecino.

El canciller venezolano Nicolás Maduro, aunque no recibió saludos públicos, se reunió luego con el presidente de Unasur, Néstor Kirchner, y la canciller colombiana María Ángela Holguín, encuentro que logró lo esperado: Santos y Hugo Chávez se vieron cara a cara finalmente ayer en Santa Marta. Sólo estos dos episodios marcan un giro a la política confrontacional que Uribe mantuvo con sus vecinos y a la ausencia de diplomacia que reinó los últimos años.    

De resto, Santos uso una seguidilla de frases de cajón para hacer alusión a temas ampliamente criticados al gobierno saliente. Dijo que su lema de Unidad Nacional no será “una repartición burocrática, sino una gran alianza” y que no quiere una democracia “sin oposición seria y una prensa libre”. También habló de retornar la independencia al poder judicial, que ha estado en serias controversias con el Ejecutivo en los últimos años, incluyendo el seguimiento ilegal a jueces y magistrados. Este lunes, en uno de sus primeros actos oficiales de gobierno, Santos se reunió protocolariamente con los magistrados de las altas Cortes. No obstante el guiño, es difícil que el equilibrio de poderes se logre aún, si se tiene en cuenta que el 80 por ciento del congreso es oficialista.

En otro de los apartes, Santos sentenció: “A los pobres no les fallaremos”. Prometió, como también lo hizo Uribe hace ocho años, bajar la cifra de desempleo de 12 por ciento -hoy día la más alta de Latinoamérica- a un solo digito. Aseguró que trabajará en una ley de tierras para que éstas regresen a las manos campesinas, y en una certera alusión a recientes mensajes enviados por las guerrillas de las Farc y el Eln sobre una salida política negociada al conflicto, Santos dijo que “la puerta del dialogo no está cerrada con llave”. “Aspiro cerrar la verdadera reconciliación, pero con promesas inalterables, renuncia a las armas, al secuestro, al narcotráfico, a la extorsión y a la intimidación”. Asimismo invitó a las Fuerzas Armadas a continuar su labor y dijo que buscará la paz “por la razón o por la fuerza”.

El mandatario No. 59 del país también hecho mano de frases que usara en campaña su contendor Antanas Mockus, quien entonces se mostró como el símbolo de la transparencia y la legalidad. “Vamos a perseguir y combatir a los corruptos que se roban los recursos de los colombianos, combatiremos igual la corrupción oficial o privada”.

Así vivió Santos el primero de los 1.461 días que le quedan para cumplir todas sus promesas, que pueden ser el doble si se busca reelegir. 1.461 días en los que seguramente intentará marcar diferencias con uno de los gobiernos más populares de la historia colombiana, que no obstante dejó grandes deudas al país sobre todo en materia social y de legitimidad.

Santos ha delineado 110 puntos para gobernar, (Uribe propuso 100 hace ocho años) en los que abarca de maneras concretas y abstractas esas grandes y necesarias reformas. Además de mantener los índices de seguridad, Santos tendrá que volcar sus políticas a atender la criminalidad urbana y la delincuencia que se dispararon mientras las fuerzas armadas combatían a las Farc, y al tiempo que los paramilitares se reinsertaban. También tendrá que priorizar una política para las zonas fronterizas que no haga de estos espacios tierras sin dios ni ley, donde a la par con campesinos desplazados que se convierten en refugiados en vecinos países, pasan grupos armados, drogas y armas.

También tendrá que asumir finalmente una reforma o la extinción del DAS, policía secreta altamente cuestionada por sus labores contra la oposición política y social del gobierno. Ratificar en el cargo al actual director, Felipe Noguera, no es una primera buena seña y seguramente el país estará pendiente de qué actitud toma Santos con funcionarios del gobierno saliente, que tienen líos judiciales pendientes.

Entre la lista de temas urgentes también está la reforma a la salud, pues el sistema de cobertura está apenas garantizado hasta fin de año, y el cumplimiento de las sentencias de la Corte Constitucional en lo que a la atención de desplazados se refiere. Según la propia agencia gubernamental, Acción Social, en Colombia hay 3 millones 300 mil desplazados y la Corte ha demandado que se restituyan pronto sus derechos. En este orden de ideas, el partido Liberal propuso en el pasado una Ley de Víctimas que el congreso hundió en las plenarias, y que el Ejecutivo deberá rescatar.

Finalmente en materia internacional, amén de las crisis con los vecinos, Colombia buscará de nuevo afanosamente la ratificación de los TLC con Estados Unidos y la Unión Europea, que están frenados en los respectivos Congresos por temas álgidos como el respeto a los derechos humanos y la protección de los sindicalistas. Y es este giro hacia una atención estricta a las políticas sociales descuidadas durante ocho años, lo que permitirá al país saber si en realidad la era Santos no es una mera prolongación de la era Uribe.

*Jenny Manrique es una bloguera que contribuye a americasquarterly.org. Es periodista Colombiana y fellow de la Fundación Internacional de Mujeres en los Medios (IWMF) y del Dart Center for Journalism & Trauma.

ABOUT THE AUTHOR

Jenny Manrique es una bloguera contribuidora para AQ Online. Ella es una periodista colombiana que ha escrito para medios como Semana, Votebien.com, El Espectador, Latinamerican Press y Folha de São Paulo. Actualmente trabaja como periodista freelance. Su cuenta de Twitter es: @JennyManriqueC.

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