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NUEVA AQ: Cómo frenar la piratería – y proteger a los genios de América Latina

Reading Time: 2 minutesLa piratería y la falsificación le hace la vida miserable a los trabajadores creativos en la región. Merecen algo mejor.
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TREVETT MCCANDLISS

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Este artículo está adaptado de la edición impresa de AQ sobre la piratería en América Latina | Read in English | Ler em português

Ha sido un gran año para las mentes creativas en Latinoamérica: es probable que el mexicano Alfonso Cuarón gane el Oscar a la mejor película por Roma. Los tres artistas de YouTube más escuchados en el mundo fueron dos puertorriqueños y un colombiano. Artistas del pasado (Tarsila do Amaral de Brasil) y del presente (Tania Bruguera de Cuba) fueron el honor de museos y galerías en Nueva York, Londres y en otros lados del mundo.

Efectivamente, Latinoamérica ha excedido las expectativas de su talento artístico. Pero la región también ha fallado en proteger de amenazas existentes a sus directores de cine, compositores y diseñadores. La nueva tecnología hace cada vez más fácil que los criminales, a menudo vinculados a pandillas transnacionales, roben o falsifiquen su trabajo. A menos que los gobiernos empiecen a tomar con más seriedad el robo de propiedad intelectual, la región será privada de futuros tesoros nacionales–y de un motor crítico de su economía en el siglo 21. 

Algunos lectores verán esto con incredulidad. En la región más violenta y desigual del mundo, la piratería se considera a menudo como un crimen sin víctimas, incluso justificado. Robarse la señal de televisión de cable, o comprar una imitación de una camiseta de fútbol, se percibe como un problema de las grandes y ricas compañías. ¿Qué no pueden costear la pérdida de algunos clientes, especialmente de los que son muy pobres como para pagar el precio completo?

Pero como nuestro reporte especial muestra, el problema es mucho más complicado e insidioso. La llamada “caja negra” ilustrada en nuestra portada, un aparato ilegal que permite a los consumidores ver cualquier contenido televisivo–incluyendo Romaen Netflix– por un pago único de 125 dólares es una real emergencia para las industrias de la televisión y el cine. Visita cualquier calle de un mercado y verás que los muchos consumidores de mercancía pirata son de la clase media o alta, no pobres. En general, la mercancía pirata constituye hasta un 2 por ciento del PIB, de acuerdo con el Foro Nacional Contra la Piratería e Ilegalidad de Brasil. 

El efecto de la innovación es impresionante. La denominada economía “naranja” o creativa emplea un estimado de 10 millones de personas, pero el potencial es ciertamente mayor. El presidente Iván Duque aspira a incrementar la economía naranja de Colombia de su actual 3.3 por ciento del PIB al promedio global de 6 por ciento, con la finalidad de hacerlo menos dependiente en mercancía. Esto podría ayudar a proteger a los trabajadores de las próximas tendencias; es difícil no imaginar a robots robando el trabajo de Shakira, Bad Bunny o los mariachis en la plaza Garibaldi de la Ciudad de México. 

Efectivamente, ahora es el momento para que los gobiernos actúen. No existe una bala de plata y presionar a los consumidores parece no tener sentido. Pero algunas medidas si ayudan: bloquear paginas de internet ha ayudado a reducir el uso de la televisión pirata en España, mientras que Brasil ha cortado a la mitad su dependencia en software pirateado desde los 1980s. Los países deben de presionar a China, la fuente de dos tercios de los productos piratas del mundo, a poner un alto. Aumentar los presupuestos de las aduanas y de la policía también puede ayudar. Paso a paso, la piratería se puede tratar como el crimen serio que es. 

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Winter is the editor-in-chief of Americas Quarterly and a seasoned analyst of Latin American politics, with more than 20 years following the region’s ups and downs.

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